VIII. La Roca que Habló

Por: Alan Mac Donald
4. Ejército. Capítulo VIII.

La luz de la luna llena bañó su cuerpo por completo. La selva cargaba el viento con pesadez; había una atmósfera de sofocante calor alrededor. Algunos Adendei miraban hacia la silueta de su guía, Na’nnu’kh estaba posicionado más cerca suyo y se mantenía alerta, vigilante de todo a su alrededor.

Pensaba en todo lo que habría de pasar por la mente de Zayh’ ka’ an. Sus ojos permanecían cerrados y su cuerpo parecía una roca inerte, frente suyo un curioso Rot color ámbar flotaba con un aura levemente anaranjada al mismo tiempo que su contorno despedía haces de luz blanca que se perdían en el negro cielo.

“Los soles, lluvias y lunas pasan fuera, pero Zayh’ ka’ an parece no notarlo” <¿Aaaaah?> Soltó de pronto un gran cuervo blanco con el cuerpo cubierto de afiladas líneas negras; el último chillido había sonado fuera de la mente de Na’nnu’kh como parte de una costumbre involuntaria de aquel ave, quien posó sus patas en una roca para descansar. Aquella ave era lo que estaban esperando… aquella ave y que su guía terminara aquella meditación.

Na’nnu’kh emitió un leve gruñido al verlo llegar “Nin’nuh… Espero que esas arrogantes plumas traigan más que sólo comentarios inútiles”.

“Siempre está tu aire pesado” <¿Aaaaah?> “Siempre defendiéndote de quien no te daña” <¿Aaaaah?> Sus agudos graznidos molestaban aún más a Na’nnu’kh y miró severamente al cuervo.

“No importa” <¿Aaaah?> “Mis arrogantes plumas cargan alivio para tu pesado aire. Tal parece que el viento sopló bondades de Zayh’ ka’ an en estas tierras <¿Aaah?> “Todos quieren conocer a su gran libertador. ¡Resuena mi calidez!” <¿Aaaaah?>.

“Desafortunadamente todo resuena de calidez en estas tierras, pájaro”. Na’nnu’kh dejó escapar un resoplido que tal vez pretendía ser más bien un suspiro. A pesar de que no quería dejar su Bio, había partido junto con el Ermitaño 5 años después de haberlo recibido en las afueras del Siku Kos.

Nin’nuh agitó sus alas “Veo que ni siquiera estas buenas nuevas te son agradables, Na’nnu’kh” <¿Aaaahhh?> “Tiemblo con pensar lo que habría de contentar tu corazón”.

“Estoy lejos de mis frías tierras. Este ambiente no me es agradable… Ahora, tiembla más, pájaro y vete con el resto. Al abrir los ojos de Zayh’ ka’ an, le transmitiré tus palabras”. El cuervo descendió con el resto de Adendei que acompañaba a su guía.

Dentro de la mente del Ermitaño, la misma escena tomaba lugar pero aquella roca frente suyo, giraba a veces a un ritmo tan veloz que asemejaba una esfera, otras tan lento que parecía no moverse en lo absoluto. Todo lo que había pintado tan vívidamente en su imaginación fue borrándose poco a poco, hasta estar absorto en sólo aquel objeto.

Zayh’ka’an tuvo que templarse para no sobresaltarse abruptamente e interrumpir sus esfuerzos, pues de pronto, la imagen de la roca se partió en dos y de su interior, emergió un haz de luz anaranjado que se combinó con las grecas del cuerpo de Zayh’ ka’ an. La luz se condensó en un punto y comenzó a saltar alrededor hasta introducirse a la frente de Zayh’ ka’ an, de ahí se extendió hacia todo su cuerpo.

Fuera, sus grecas comenzaron a brillar con intensidad, después de unos minutos abrió los ojos dándose cuenta de que sentía mayor energía en sí. La roca cayó despojada de toda su luz y fragmentándose en unas pocas piezas al tocar el suelo. Algunos Adendei que se encontraban reposando, se incorporaron y miraron hacia arriba, hacia su guía, cuya figura con aquellas anaranjadas líneas contrastaba con la inmensa y blanca luna llena tras él.

La sensación de poder poco a poco se fue apagando en El Ermitaño al igual que sus grecas. En sus adentros, Zayh’ ka’ an sonrió. Una nueva verdad se revelaba ante él. Desde hacía días que sus pasos por todo el planeta dejaban sus huellas bien plasmadas en cada lugar que visitaba. Cada Bio quedaba conmocionado con la firmeza de las impecables palabras que el Ermitaño predicaba; tanto que a esas huellas se unieron algunas más y sus esfuerzos se multiplicaban.

Había visto los anaranjados atardeceres convertirse en amanecer cada vez más rápido. Los paisajes cambiaban, pero tras ellos la misma verdad de Zayh’ ka’ an se confirmaba constantemente; tenía que continuar avanzando.

Zayh’ ka’ an rasgaba de cuando en cuando los estratos rocosos para obtener muestras de Rot con las que pasaba largos ratos entretenido; sosteniéndolas entre sus garras, rascando su superficie y meditando en ellas, aquel antiguo misterio que fascinaba tanto en sus años tempranos. Le parecía que esas rocas parecían guardar secretos de otros tiempos y cuyo poder de alguna forma percibía como dormido… Aguardando que alguna fuerza lo despertase.

Y ahora lo sabía, poco a poco sus sospechas se confirmaban: Aquellos misteriosos Rot vibraban idénticamente a los Adendei. Eso significaba que eran la clave para, no sólo incrementar su poder; sino también limitarlo en otros Adendei de ser necesario… y Zayh’ ka’ an sabía que lo sería, pues este camino apenas iniciaba, pero la oposición siempre es parte del camino…

Elige, protege y vence.