Siete soles fueron invertidos en la recuperación del cuerpo físico de Zayh’ ka’ an luego de su regreso de aquel espacio entre espacios y tiempo entre tiempos. Durante el primero, tocó las raíces de un árbol y susurró al suelo un mensaje para sus hermanos.
Habían pasado siglos desde que se habían reunido por última vez por cosas que consideraba sólo nimiedades. Recordaba la incómoda sensación de haber tenido que intentar abrir sus ojos hacia la amenaza que suponía aquella nueva raza… Porque todas las razas conscientes que habían precedido a los Eleid tenían un cierto grado de potencial destructivo, pero la humanidad… Bueno, ellos habían sido la causa de su largo viaje en primer lugar.
Fue en el octavo día cuando Zayh’ ka’ an se abrió camino para encontrarse con sus hermanos cargando en su corazón un peso como aquellos que cargan las malas profecías. Cuando finalmente arribó al colosal árbol donde el Concejo “Nod-Ox” tenía sus sesiones, se detuvo un instante antes de posar su frente en la madera de algunas gigantescas raíces expuestas.
La hierba se alzaba tan grande alrededor que aquellas raíces podían pasar fácilmente por más suelo. Sus grecas resplandecieron poco antes que las de aquel árbol y poco después, las raíces se estrujaron y la hierba alrededor suyo abrió paso a un hueco en el cual pasó sin dificultades. Zayh’ ka’ an trataba de caminar encorvado a dos patas y apoyado de aquel báculo mientras avanzaba por un túnel lleno de musgo y lodo, cuyas “paredes” (si pudieran decirse así) poco a poco iban transformándose en corteza de vivos colores hasta que una cálida luz le dio la bienvenida al Concejo “Nod-Ox”.
Un caparazón de dos metros de altura balanceaba hacia el aire su báculo de oro al que le seguían pequeños puntos de luz que ascendían en espiral iluminando todo aquel espacio y dejando ver un amplio espacio vertical que se extendía metros y metros por encima de aquel amplio pero extraño lugar casi elíptico en su base. Su breve contemplación se interrumpió por una leve ventisca fría que se acompañó de un aleteo.
Finalmente se colocó entre sus dos hermanos y con un golpe del báculo de la criatura acorazada, la sesión dio inicio mientras el corazón de Zayh’ ka’ an se sentía casi cayendo como si fuera plomo en el aire.